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166 Sí, mi querido amigo. Todo ésto que Vd me pregunta está muy en su punto y como comprenderá, es cuestión capi– talísima y transcendental en el estudio que vamos haciendo, ya que si demostramos, como hemos demostrado, que Dios existe y que ese Dios se ha comunicado con el hombre para manifestarle algunas verdades e imponerle algunos preceptos, no tenemos más remedio que creerle y obedecerle. Espero poder deshacer sus reparos de un modo tan evi– dente, que Vd. mismo, al pensar en la futilidad de las objecio– nes que me hace, va a ser el primero en sonreír y de seguro repetirá aquello de «Dicen que vienen los rusos Por las puertas del cantón, Y los rusos que venían... Eran sacos de carbón.» Empecemos, ante todo por definir qué es eso de la Reve– lación. Revelación no es otra cosa que descubrir algo que, ya sea por su misma naturaleza, ya por circunstancias especiales, está oculto. Por eso, cuando en éuestiones religiosas hablamos de revelación, queremos significar la manifestación hecha por Dios al hombre de algunas verdades o preceptos que éste ne• cesita creer y cumplir, si ha de realizar el fin para el cual · Dios le creó. Y fíjese bien que la Revelación no versa de or– dinario sino sobre cuestiones religiosas, que son las únicas que interesan de veras a la humanidad, por las consecuencias que llevan consigo. Los problemas científicos e históricos los deja Dios a las disputas de los hombres. Ahora bien, ¿es posible esta comunicación de Dios con el hombre? Claro que sí. Porque si un hombre puede revelar a otro sus conocimientos y así instruirlo en Jo que ignora ¿por– qué no ha de poder Dios hacer lo mismo? ¿Será por la oposi– ción que hay de naturaleza, espiritual, la suya, material la nuestra? Tampoco; porque si siendo espiritual ha podido pro– ducir un mundo material, más fácil le ha de ser comunicarse

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