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143 lado todo sentimentalismo y guiándonos tan solo por la luz fría de la razón. Mi afirmación categórica es ésta. El hombre que votan• tariamente se desvía del fin para el que Dios lo creó, llega después de la .muerte a un término de penas y castigos que no tendrán fin, o lo que. es lo mismo, existe el infierno y el infierno. es eterno. Voy a decirle en qué me fundo para lanzar esta afirmación tan tremenda. Sabemos ya, que el hombre es libre y que por ser libre puede resistir·· a Dios, desentenderse de· El y contrariando las inclinaciones de su naturaleza, oponerse a la realización de su último fin. Este apartamiento y desobediencia, esta re• belión consciente y voluntaria a los des1gnios de Dios es lo que llamamos el pecado. Que haya hombres así, que nada quieren con Dios, ni con su alma, ni con su conciencia, hom– bres que ponen obstáculos al plan de Dios, Vd. lo sabe tan bien como yo. Lo ha dicho Amado Nervo: En la armonía eterna pecar, es disonancia. Pecar, proyecta sombras en la blancura astral. En la madeja santa de luz de los destinos, Pecar es negro nado, tosco nado aislador. Pecar, es una piedra tirada en los caminos Del amor. Pues bien, de la' existencia de la libertad por un lado y de la existencia de un Dios justo por otro, nace en el hombre el sentimiento de la responsabilidad. Nos sentimos responsa– bles porque nos sentimos libres y de no ser almas degenera– das, todos sentimos interiormente el remordimiento, cuando abusando de la libertad, pisoteamos · Jas leyes de la moral y del deber y ahogamos la voz de la conciencia que nos dice: <<Haz el bien y evita el mal.» Entonces es cuando el hombre comprende que es digno de castigo y que debe haber por lo tanto una sanción. Y esta sanción para los transgresores vo· luntarios y conscientes de la ley, es el infierno. Así lo ha comprendido siempre la humanidad que no ha
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