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136 blema. ¿Qué fin se propuso Dios al sacarle de la nada y co– locarle entre los seres de la creación? ¿Cual es el término, la estación de llegada a que se dirige su existencia tan movedi– za y donde por lo tanto ha de encontrar su fijeza, su inmovi– lidad y su reposo, como la piedra, que lanzada al espacio por una mano _vigorosa, llega, después de recorrer una trayecto– ria más o menos larga, a descansar en su centro de atrac– ción? Que la existencia del hombre en la tierra obedece a al– gún fin, creo que no hay ni que discutirlo, pues si nosotros a pesar de nuestra imperfección damos siempre alguna finali– dad a nuestras obras, me parece no se lo hemos de negar a Dios, inteligencia absoluta y sabiduría infinita. El problema por lo tanto no está en demostrar que el hombre tiene un fin impuesto por Dios y al cual debe dirigirse libremente, porque libre es su naturaleza, sino en determinar cuál sea ese fin que debe realizar, so pena de sufrir un fracaso de consecuencias irremediables. Pues bien, mi querido amigo, para solucionar ese trans– cendental problema de la vida tenemos dos caminos. Uno, es– tudiar a Dios, causa del hombre, porque en la causa se en– cuentra la razón de ser de los efectos y otro. estudiar al hom– bre, ya que en su naturaleza deben palpitar las tendencias a esa finalidad. Estudiemos a Dios. Puesto que El ha sido el Creador del Universo, incluso el hombre, es lógico deducir que toda la creación es una demostn~ción de su Poder y Sabiduría. Se ha portado en su obra creadora algo así como el artista que ha· ce una exposición de sus obras para demostrar el valor posi– tivo de su genio. Claro está que el valor intrínseco del ar– tista ni aumenta, ni disminuye con eso; ni será más porque le alaben, ni será menos porque le critiquen, pero es innegable que de la exposición pública de sus obras surge para él una gloria, que es lo que busca al realizarla y todas ellas contri– buyen a ese resultado. Eso mismo ha hecho Dios con la crea– ción; publicar mediante las criaturas su Poder, su Bondad,