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126 ma tan interesante y práctico, aunque comprenderá que debo andar con cuidado pues, según dicen, hay moros en la cosla, Ante todo preguntémonos. ¿Qué es la libertad? Algo bueno, noble y deseable debe ser cuando todos los pueblos la vocean con exaltación <<Liberté, Liberté chérie!» grita el coro de de la Marsellesa. «Oid mortales el grito sagrado, Libertad, Libertad, Libertad» se canta en el himno argentino y así en todos los siglos y en todos los pueblos. Antes estas exaltaciones de la libertad, que más que de la cabeza brotan del corazón del hombre, ra– zonemos friamente, filosóficamente. ¿Qué es la libertad? La libertad es una facultad característica y exclusiva del hom– bre, por la que se distingue de todos los demás seres de la creación. Es el sello de su nobleza y de su dignidad, es el re– sultado de la inteligencia y la voluntad combinadas; es, en una palabra, el poder que tiene el hombre de determinarse en un sentido o en otro, de hacer o no hacer una cosa sin que haya nada, ni nadie que pueda doblegar su voluntad. Puedo yo en este momento ponerme a leer o seguir escribiendo; puedo, según me plazca, seguir sentado o irme a pasear; puedo hacer el bien y cumplir uria ley o hacer el mal y deso– bedecerla; puedo ante un pobre darle una limosna o pegarle una bofetada. Más aun, por la la libertad puedo resistir direc– tamente a Dios, y burlarme de sus mandatos y maldecirlo, como puedo bendecirle y obedecerle.-«Sacrifica a los dio– ses»-decían los Emperadores a los primeros cristianos.– «¡No quiero!»-contestaban ellos. Y nada podían todas las amenazas y suplicios de los perseguidores. Eso es la liber– tad. Poder hacer lo que nos dé la 'gana. No voy a entretenerme en refutar a toda esa nube de as– trólogos, frenólogos y seguidores de la Escuela de Lombro– so que en nombre de no sé qué determinismo fisiológico, de no sé qué finalidad inmanente y no sé qué fatalismo, se em-

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