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124 Ya ve pues, mi querido amigo, cómo las desigualdades sociales, que nacen de la naturaleza misma de los hombres y juegan un papel importantísimo en el desarrollo de los pue– blos, en nada entorpecen la Providencia de Dios. Los abusos que puedan ocurrir y los problemas que puedan suscitarse en la &ociedad, es la misma sociedad la que debe remediarlos y resolverlos, ya que le sobran medios para ello. Muchas más cosas podría decirle sobre este punto tan de– batido, pero con lo dicho basta para que se de cuenta de la poca consistencia de sus objeciones. Mande como guste a su affmo. amigo y s. s. /

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