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XII que se conviertan· de la mañana a la noche en prófugos y traidores a la fe qe su Patria y de sus padres y se adapten tan facil y naturalmente a una vida, no solo indiferente, sino practicamente atea y lleguen a despreciar y reírse de lo que un día creyeron y practicaron? Y esta pregunta es tanto más dolorosa, cuanto el extraño y triste fenómeno se toma como la liberación de una tiranía y la llegada de una nueva luz, tras veinte o treinta años de oscuridad. Voy a serte claro, lector. Para mí, esto no tiene otra explicación sino el confesar, y reconocer, por triste y vergon– zoso que sea, que la fe y la religión de la mayoría de nues– tros pueblos, no es sino superficial, de barniz; obran por tradi– ción, por costumbre, por imitación, porque así lo han visto hacer y nada más. No es fe y religión de convencidos; no es fe y religión de conquista, sino de herencia; no es fe y religión vital sino de transmisión. No tienen esa fe y esa religión ra– zonada, hija del convencimiento; no es el «rationabile obse– quium», el obsequio y culto racional que debiéramos poseer, como racionales que somos, sino el calco inconsciente del ani– mal de imitación; fe y religión de máquinas, no de hombres libres. Y solo así se explican esas deserciones en masa de las creencias religiosas, ese apagarse la fe apénas cambia el am– biente de fuera. Fe gregaria, religión de rebaño. ¿Quién de nuestros cristianos es capaz de razonar sus creencias, de con– testar a una objeción, de ~errar la boca a un sofista?.. Este es desgraciadamente nuestro estado y nuestro mal. El no tener ideas fijas, razonadas y bien arraigadas de nuestras cryencias; el sufrir una falta profunda de verdadera instrucción religiosa. De aquí ese cambiar constante de nuestras ideas y ese quedarnos con la boca abierta ante cualquier barbaridad qu.e contra la Religión se oye.·De aquí que cuando la Iglesia su– 'fre una persecución más o-menos solapada y se lartzan desde las alturas del poder leyes y decretos, contra los bienes de ta Iglesia, contra la enseñanza de la religión, contra la indisolu– bilidad del matrimonio, contra los derechos de Dios en los in-

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