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CARTA DECIMASEXTA El por qué de los ricos y de los pobres UY señor mío y amigo: Con alegría mé entero, por la suya, de la discusión que ha tenido con sus ami– ~~.,,_ gos acerca de algunos puntos de Religión· sobre los cuales quiere que le dé mi parecer, Esto me demuestra que no son del todo inútiles mis cartas, lo cual, como puede usted comprender, no deja de halagarme, dando por bien empleado mi trabajo. Me pregunta que cómo se puede compaginar con la Sa- · biduría y la Bondad de Dios ese hecho «odioso» de las desigualdades sociales,. que parece una negación de su Provi– dencia. «Por qué esa abundancia de riquezas en unos y esa pobreza en otros? ¿Por qué en unos t9do ha de ser gozar sin trabajar y en otros todo trabajar, sin tener tiempo, ni me– dios para gozar? ¿No sería más perfecta la sociedad si, im– plantando un sistema de igualdad económica, todos trabaja– ran y todos gozaran por igual del banquete de la vida? Muy despreocupado parece Dios de la suerte de sus crfaturas, cuando tantas injusticias y explotaciones permite en el mundo.» No me extrañan, mi amigo, esas preguntas de marcado sabor socialista, que más que de Vd. supongo vendrán de las objeciones hechas por sus compañeros. Y al leerlas no he po– dido menos de recordar aquella frase de Felipe II: «¡Oh con- . tento! ¿dónde estás, que no te tiene ninguno?» y viéndo– dome en mi silencioso Convento, libre de esas desazones que Vdes. en el mundo experimentan, he levantado con gratitud los ojos al cielo y repetido los versos de Núñez de Arce:
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