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113 del Papa, del Clero... » no he podido menos de recordar las, exaltaciones enfermizas- de Nietzche que en sus odios epilépti- · cos nos habla del « Grossen Drache des Chirstenthums. » (1) Pero ¿ha leído Vd. alguna vez siquiera el Evangelio? Por– que afirmar lo que Vd. con tanto aplomo afirma, no puede ha– cerse sino desconociendo en absoluto o negándole toda histo– ricidad y ambas cosas suponen una ignorancia de la materia que no da derecho sino a callar. Pero si algo sabe de esto ¿no recuerda Vd. aquel « Tu eres Pedro y sobre estapiedta edificaré mi Iglesia?)) ¿No recuerda aquel «Id por el mundo, enseñad y bautizad a las gentes?» ¿No ha oído nunca aquel mandato de perdonar /os pecados, dando potestad a sus Apóstoles de atar y desatar las conciencias? ¿No recuer– da el momento ;aquel en, qu8 Jesucristo pronuncia «Este es mi cuerpo, Esta es mi sangre,» y cómo les dice a los suyos: «Siempre que hagáis esto, hacedlo en recuerdo mío? ¿N"o recuerda Vd. aquellas palabras en las que hace a sus Apóstoles entrega de toda su divina misión en todo lo que El podía darla y en todo lo que ellos podían recibirla: « Como me_ envió mi Padre, así os envío yo a vosotros? ¿Quiere Vd. palabras más claras y terminantes de la funda– ción de la Iglesia, de los Sacramentos y del Sacerdocio? No sé porqué toda esa parte de su carta me huele a Pro– testantismo, a Teosofismo, a materlalismo·y racionalismo, en fin, a defensa de esa ensalada rusa que se ha dado en llamar .«religión natural» es decir religión sin iglesias-ni sacerdo– tes, sin dogmas, sin preceptos, sin cultos y casi sin Dios, ya que el que se admite, es-. un Dios de buen contentar y muy adaptable y tra_nsigente con nuestros caprichos, que nos per– mite el gustazo de vivir como nos dé la real gana, sin que por eso se le frunza el entrecejo, ni demuestre la menor contra– riedad. '.fodo esto será muy cómodo, muy festivo y hasta muy paético, pero también muy contrario a lás c9nclusiones de la (1) El gran dragón del Cristianismo.