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CARTA ÜECIMAQU!NTA Una digresión involuntaria Sr. Dn. N. de N.-San Sebastián. UY señor mío y amigo: El haberme dirigido su carta a Pamplona, donde no resido, y el hallarme ausente por una temporada en un pueblito de la sierra ara– gonesa donde el que esto le escribe ... con pobre mesa y casa En el campo deleitoso Con solo Dios se compfü:m Y a solas su vida pasa Ni envidiado, ni envidioso, ha sido causa de que no haya podido contestar antes, como hubiera sido mi deseo, a las .dudas y reparos que V. me hace y que delatan un estado verdaderamente lamentable de con– ciencia. Gritos de náufrago que se debate en las aguas amar– gas de la negación son aquel «yo no puedo seguir viviendo en el vacío; necesito creer en algo ... >> con que empieza su carta y aquel otro con que ta termina: « Quiero creer en algo y nada encuentro digno de fe ... c·Soy acaso culpable de haberla perdido.. ?¿Qué puedo hacer más de lo que ha– go?.. Cuando nadie me responde ¿que debo pensar? Pa– dre, lo espero todo de vos. ¿Me atenderá?-Voy pues, a contestarle en líneas generales, ya que algunos de los puntos que V. toca, los he tratado ya en cartas anteriores, al hablar del estado patológico de las almas, y de los otros hede tratar ,en cartas sucesivas con la detención que se merecen.

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