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CARTA DECIMACUARTA El mundo de los espíritus UY Sr. mío y amigo: Bueno es que se ría Vd. de los que pasean par ahí su solemne armazón, afirmando ~~ muy satisfechos que el alma humana, cuya existen– cia e inmortalidad hemos demostrado con una lógica de cha– quetilla ajustada, es la esencia que brota de la materia, como brota el aroma de las flores, pues detrás de todas esas frases, tan bonitas como huecas, no encontrará de verdad más que aquello que dijo uno de los grandes filósofos del pasado siglo: «¡Niegan el espíritu los que todavía no saben definir lama– teria!» Y ahora, antes de seguir adelante, permítame haga una pequeña digresión en nuestra correspondencia para contestar a su amigo de A., a quien no he olvidado, el cual me _pregun– taba si hay alguna prueba para demostrar que existen el án• gel y el diablo, lo que en el fondo equivale a preguntar si existe el mundo de los espíritus. No ignoro que ese mundo lo niegan todo el ejército, hoy en decadencia, de '.materialistas, racionalistas y positivistas afirmando que eso de ángeles y. demonios es un producto de la imaginación religiosa de los pueblos, que la Iglesia ha sabido explotar en su provecho, un iaj.erto fantástico, introducido en la Religión, sin consistencia filosófica alguna, que no debe admitirse porque no puede de– mostrarse. Vamos a ver si proyecto un poco de luz sobre esta cues– tión de la existencia del mundo de los espíritus. Ante todo, cuándo hablamos de ángeles, buenos o malos, expresamos con esa palabra un mundo de criaturas meramente espirituales y de personalidad completa. La materialización que de ellas se
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