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97 el ·hombre tiene conciencia de sí mismo, de las relaciones que lo ligan a sus semejantes, del bien y del mal, de la responsa– bilidad, de cosas tan abstractas como son el deber, el dere– cho, la justicia, la moral. Vemos que el hombre es libre y pue– de hacer lo que se le antoje y que no hay nada, ni nadie que pueda coartar su voluntad ni con halagos, ni con tormen– tos ¡Qué entereza la de los mártires! Mármol, poeta argenti– no, perseguido por el tirano Rosas, escribía en la pared de su prisión: Muestra a mis ojos espantosa muerte, Mis miembros todos en <:adenas pon. ¡Bárbaro! Nunca matarás el alma Ni pondrás grillos a mis ideas. ¡No! Vemos que el hombre tiene además, conciencia de sí mis– mo, del «yo», como se dice hoy, y se da cuenta que de ese «yo» brotan todas las acciones que en él se realizan. Si le pre– gunto a Vd. ¿quién vive? Me contestará:-Yo. ¿Quién come? -Yo-¿Quién siente?-Yo-¿Quién piensa?-Yo. De modo que es el. «yo» el que ejerce el monopolio de toda mi actividad. Pues bien, mi querido amigo, de todo eso que observa– mos en el hombre, aplicando los dos axiomas de que le hablé, se deduce que hay en el hombre un principio único de activi– dades, superior al que en los animales se encuentra, ya que en ellos nada de eso existe. ~so es el alma. El principio por el cual vivimos, sentimos, r:os movemos y pensamos, reali– zando la vida integral del hombre. He aquí un primer paso. Además el alma es inmaterial, es decir, espiritual, aunque de una espititualidad imperfecta; y esto lo vamos a ver exami– nando su modo de obrar. ¿Se ha fijado V. en esa facultad que posee el hombre de abstraer, de generalizar sus ideas despojando a las sensacio– nes de todo lo que tiene de concreto, de ind.ividual? ¿Cómo ha llegado a levantar escis edificios admirables y fecundos de· la Metafísica con sus principios generales,· de las Ciencias con
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