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94 muestre lo contrario con argumentos seriamente científicos, estamos en nuestro pleno derecho al sostenerla, dando prefe– rencia al relato de la Bíblia, cuyos defensores formamos el tercer campo de opinión de que le he hablado. De hecho el día 30 de junio de 1909 la Comisión Bíblica decidió que el pasa– je bíblico donde se narra la formación del cuerpo de Adán se ha de entender literalmente, reprobando con ello la teoría de Mivart. Esto es, mi buen amigo, lo que hay acerca del origen del hombre. La evolución que no es sino una tentativa de expli– cación del modo cómo ha llegado a su estado actual el mundo que nos rodea, es una nueva hipótesis científica que no puede perturbar en lo más mínimo nuestras creencias de católicos, mientras no lo apliquemos a lo que no debe aplicarse. Repito que el evolucionismo en su origen no fué ateo. El mismo Dar– win decía: «Jamás_ fuí ateo: jamás negué la existencia de Dios; creo que la teoría de la evolución es perfectamente com– patible con la creencia de Dios». De modo que ya ve cómo el evolucionismo no es responsable del mal uso que se ha hecho de él, y admitiendo la intervención ae Dios en el origen de la materia, en el principio de la vida y como creador del alma y del cuerpo de Adán, cosas todas de sana filosofía, puede Vd. ser tan transformista como le plazca. Podrán decirle entonces que no es lógico, que es temerario, que admite absurdos, pe– ro no podrán decirle que falte a la fe, ni que va contra las 'enseñanzas oficiales de la Iglesia. Ya ve Vd. cuán poca es nuestro intransigencia. Como esta va ya larga, me reservo para mi próxima et tratarle de la existencia e inmortalidad del alma. Queda en– tre tanto a sus órdenes su affmo. amigo~ s. s.

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