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IX Sí, mi amable lector; ni la ciencia con todos sus descu– brimientos, ni la industria contodo el confort que produce en la vida, ni los códigos humanos con todas sus leyes, ni la en– sefianza con todos sus métodos modernos, podrán nunca sus– tituirá la religión para producir el ennoblecimiento de los in– dividuos y la paz, el orden y la civilización de los pueblos .. Veinte siglos de existencia de Cristianismo nos atestiguan que combatir, arrojar y perseguir la religión, es lo mismo que destapar la mitológica caja de Pandora, donde se escondían todas las calamidades humanas, y volv,er a ser tan salvajes como el hombre de las cavernas. Tal vez se me dirá que la religión no deja de tener obje~ dones bien difíciles de resolver. ¡Claro que las tienet Pero la objeción más que un punto débil., es un punto obscuro y la re– ligión, por lo mismo que es divina, ha de tener muchos puntos obscuros, ya que lo finito y limitado nunq1 podrá contener a· lo infinito y sin límites y empefiarse en ello.es lo mismo que pretender poner a un recién nacido los pantalones desu padre. Precisamente por esa falta de proporción entre la razón y la divinidad, existen los misterioG y se haice necesaria la revela– ción por parte de Dios y la fe por parte del hombre. Algunas de esas objeciones y otras más pueriles que ha– cen el orgullo y la ignorancia, he pretendido resolver en estas cartas. Replicarán que eso es un peligro para la fe de los sencillos, porque se les abre los ojos frente a un campo de controversias y disputas que ellos ignoran y al oir la objeción,. quedan más impresionados de ella, que convencidos de la so– lución que a veces no entienden. A lo cual he de contestar, que este reparo estarla muy bie.n en boca de nuestros enemigos, a, a .los que conviene mucho se ignore la contrarréplica que tie– nen las objeciones que ellos larizan como verdades inconcu– sas; pero está muy mal en boca de nuestros amigos y correli– gionarios, que tal vez lloran como eli::ey de Granada sobre· a ciudad, perdida precisamente por haber dejado a los contra– rios maniobrar a su gusto, sin nadie que les saliera al 'pa~

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