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89 ignoro que la cuestión de su origen arrastra una serie de con– secuencias filosóficas, religiosas, .morales y políticas que es necesario tener muy en cuenta, ya que si el hombre fuera un producto de la eyolución, un animal perfeccionado, ni la reli– gión, ni la moral, ni el alma, ni la conciencia, ni la responsa– bilidad, ni el derecho, ni el deber, tendrían significado alguno y la vida entera de la humanidad descansaría sobre una enor– me mentira elaborada por el convencionalismo de los hom– bres. Asunto de tales proyecciones necesita estudiarse. Sobre este problema de la evolución y de un modo es– peciál de la evolución llamada «filogenética» o de formación de las especies actuales, entre las cuales se pretende incluir al hombre, es necesário que hagamos un pOco de historia, ya que hoy los jóvenes de nuestras Universidades no pueden, ni deben fiarse ni aun de sus Profesores, que salvo honrosas ex– cepciones, carecen de la probidad y sinceridad científicas, que hay derecho a esperar de ellos. Los prejuicios religiosos por un lado y la influencia que en ellos ejerce la etiqueta extran– jera de algunos libros por otro, hacen que presenten ante sus discípulos, como verdades conquistadas e incuestionab,les, lo que no pasa de ser sino suposiciones e hipótesis de muy dis– cutible consistencia. Al estudiar la exuberante variedad de especies :animales y vegetales, que presenta la naturaleza, bien pronto se dividieron los naturalistas en dos sectores. Unos defendieron que las especies aparecieron en la tierra tal cual hoy las conocemos. Las especies son fijas, no varían. A estos se les l.lamó «fixistas». Otros sostenían que esta multi– tud de especies no han existido siempre, sino que se han ori– ginado por transformaciones y cambios lentos de un número reducido de especies primitivas. Estos eran los evolucionistas. Esta teoría del evolucionismo transformista no hay que atribuirla a Darwin, que tuvo por lo menos unos cuarenta pre– decesores. La idea había anidado ya antes en el cerebro de La– mark. Darwin fué su apóstol, convencido por una multitud de fenómenos recogidos a· lo largo de sus estudios y viajes cien-
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