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86 mo somos parte nobilísima de la Creación por nuestra inteli– gencia y nuestra libertad, y teniendo en el orden general nuestro puesto de honor, debemos estar seguros de que a tra– vés de nuestras lágrimas y dolores, Dios nos lleva a la reali– zación de su plan eterno? Lo ha dicho un poeta uruguayo: Los ayes de las razas extinguidas, su soledad eterna, Los destinos obscuros, los suspiros, las lágrimas secretas, Los latidos que el mundo no comprende En la eterna armonía se condensan. Esto no quiere decir, que no podamos y debamos levan– tar los ojos al cielo en demanda de protección y consuelo en nuestras necesidades y desgracias. El fatalismo está muy le– jos de nosotros, puesto que sabemos que Dios puede cam– biar transitoriamente la marcha de las leyes naturales. En fin, mi querido amigo, que si la intervención directa de Dios en sus criaturas no es tan frecunte, como el vulgo cree, tampoco es tan rara como Vdes. piensan. Quedo de V. affmo. s. s.
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