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84 que ha impuesto a sus criaturas, reservándose, sin embar– go, el derecho de intervenir, cuando así lo juzgue necesario para sus fines. Ya lo dijo Santo Tomás: «Deus utitur causis secundis, non quasi eis indígeat, sed quia id eius boni– tati et sapientiae convenit». De modo que Dios actúa en el mundo, no a modo de Maese Pedro, que movía con la mano las cuerdas de los muñecos en su famoso retablo, sino como el Director de una orquesta colosal, que al empezar una sin– fonía marca con su batuta el compás inicial y deja que los mú– sicos sigan desarrollándola y él preside a todo, mirando a uno, .avisanclo a otro, levantando de nuevo su batuta y así los lleva a todos, a través de acordes y estridencias a la realización ar– tística de la obra que ha concebido. Fray Luis de León expresa este pensamiento cuando es- cribe: Ve cómo el gran maestro A aquesta inmensa cítara aplicado, Con movimiento diestro Produce el son sagrado Con que este eterno templo es sustentado. Con lo que acabo de decirle, tiene.V. la clave para solu– cionar la mayor parte de las dificultades que levanta nuestro egoismo y no caer en la exageración de pensar que Dios ha de intervenir directa, personal y particularmente en cada uno de los fenómenos de la naturaleza. Aquello de «no se mueve la hoja del árbol, ni cae un cabello de nuestra cabeza sin la vo– luntad de Dios» ... hay que saber explicarlo. Y ¿qué dice a todo esto nuestro egoismo? Pues que nada le importaría que se suspendieran todas las leyes del Universo, con tal que nada, ni nadie nos 1nolestase. Que porqué ha de haber ricos y ·pobres; y porqué se ha de morir una madre, un padre, un hijo que tanta falta hacían y no mata Dios a tan– to pillo, que maldita la falta que hacen en el mundo; que por (1) Dios se sirve de las causas segundas no porque necesite de ellas, sino porque así conviene a su bondad y sabiduría.

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