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INTRODUCCION 9 que era un ideal superior a sus fuerzas físicas. En este crescendo contínuo la baronesa de Montferrant Landirás ha recorrido un largo ca– mino fecundo de experiencias. La juventud feme– nina acosada por las diabólicas asechanzas de la herejía y del vicio. La familia necesitada de re– novación y vitalidad cristiana. La vida religiosa meta ele almas heroicas, no siempre al alcance de todas. Ansias de contemplación y de atrevidas conquistas apostólicas... ¡Cuán bello ideal sería unir y armonizar las caras de este prisma mul– ticolor y ponerlo al servicio de Dios, de la Iglesia y de las almas! ¿No será una mera utopía, un sueño irrealizable, un juego de la fantasía feme– nina? No lo fue. De retorno de su experiencia claustral a fines ele 1603, Juana de Lestonnac medita atentamente sobre las posibilidades de actuarlo. Poco a poco se van perfilando sus contornos. La dirección espi– ritual de: los jesuitas le abre nuevos horizontes. ¿Porqué no organizar un programa de acción apos– tólica femenina semejante al de la Compañía de Jesús? Pues sí; esa precisamente era la meta a que Dios la había destinato y la estaba prepa– rando. Coadyuvada por un santo y apostólico con– sejero, el jesuita Juan de Bordes, traza el esbozo de la obra que ha concebido. Lo presenta al car– denal de Burdeos Francisco de Sourdis para obte– ner por su medio el beneplácito de Roma e inse– rirla en el ejército de las fuerzas vivas de la Iglesia. Paulo V la ratifica con el breve apostólico Salvatoris et Domini. Era el 7 ele abril de 1607.

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