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LA ORACION 89 derantes en las Ordenes monásticas y mendican– tes. Baste recordar el oficio coral y la meditación en común. Por idénticas razones la Santa Madre puso ciertos límites a los ejercicios comunitarios de piedad más o menos obligatorios en la vida claustrnl femenina. En el programa de vida espi– ritual no incluye el rezo del breviario y lo susti– tuye por el oficio parvo mariano, y aun este reza– do privadamente por las Madres t. Asimismo intro– dujo ciertos límites prudenciales en « las oracio– nes, meditaciones, devociones y lecturas » '. En conformidad con estas orientaciones de la Fundadora las competentes autoridades eclesiás– ticas adoptaron un criterio mas bien restrictivo. En general, come medios de perfección indicaron la confesión ordinaria y extraordinaria, y la comu– nión los domingos y fiestas principi.tles 3 ; y luego 1 Cf. Abrégé ou Forme de l'Institut, /ug. cit.; Institut des Religieuses, p. SO: « Et bien que le choeur :soit louable aux Religieux, cette Congregation ne peut s'y obliger, parce qu'il est incompatible avec l'instruction des jeunes tilles; c'est pourquoi elles se contenteront de reciter en premier lieu tous les jours le petit Ofüce de la glorieuse Vierge Marie Nostre Dame». Véase más abajo. Acerca del canto del Oficio Parvo y del rezo en común hubo alguna evolución en el pensamiento de la Fundadora. En la re– dacción definitiva de las constituciones aprobadas y publi– cadas en 1638 se determina que las religiosas « todos los domingos y fiestas solemnes dirán cantando el Oficio Parvo de Nuestra Señora en las casas que hubiere suficien– te número así para las escuelas como para el coro ». Cf. Recuei/, p. 52. 2 Cf. Abrégé ou Forme de l'Institut, lug. cit.: Institut des Religieuses, p. 44. 3 Cf. Formula Instituti n. 23; Breve n. 22, en Recueil, p. 13 y 30.
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