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EL IDEAL Y LOS MODELOS Es indudable que el ideal propuesto a las almas consagradas en la vida religiosa en su itine– rario hacia Dios es sustancialmente idéntico en todas las Ordenes y Congregaciones. Todas in– distintamente se obligan a tender a la santidad, es decir a la realización completa del precepto del amor en sus dos dimensiones, divina y humana, pues « en estos dos mandamientos está cifrada toda la ley y los profetas » 1 , o sea el ápice y esencia de la perfección cristiana. Con todo, la identidad del fin no presupone necesariamente la uniformidad de medios para conseguirlo, ni tam– poco la unicidad del punto de vista para enfocarlo y orientarse hacia él. Antes bien, se dan tonalida– des diversas y matices varios, que imprimen ca– racteres propios y notas diferenciales al esfuerzo personal por alcanrnrlo y al método para reali– zarlo, ora se trate de los individuos aislados ora de personas agrupadas en formas de común vivir y sentir. Es el estilo, el modo de ser y obrar, que distingue unas individualidades de otras y unas ' lvlt. 22, 40.
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