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192 LIS COORDENADA~ fueron para la Santa Madre sus auténticas Indias; pero se entreven atisbos de las otras Indias, de las pobladas por infieles y paganos. En efecto, tanto ella como algunas religiosas dejaron muy patentes sus ansias e inquietudes de propagar la fe en las lejanas tierras recientemente conquistadas y sometidas a la patria. Y no faltaron quienes, conquistadas por el bello ideal suscitado por las aventuras espirituales de los misioneros france– ses, que también se leían y comentaban en los monasterios, aspiraban a trasladarse al Canadá y prestarles su cooperación y ayuda. Por de pronto todas cooperaban con la oración y el sacrificio , siguiendo el ejemplo de la Fundadora, la cual ora– ba intensamente y hacía orar por los varones apos– tólicos que desafiando peligros y superando difi– cultades sin cuento, « se exponían al furor de los bárbaros para salvar sus almas»"'. Por este mis– mo motivo y para caldear más el alma de las reli– giosas en entusiasmos apostólicos no debían de faltar en la biblioteca conventual libros y rela– ciones que describieran las santas aventuras de los misioneros e hicieran ver más presentes e Citamos solo un ejemplo tomado de la vida ele la angelical Madre Serena Coqueau. De ella se dice que su mortificación corría parejas con su amor sin medida hacia Dios y los hombres. Trataba con despiadado rigor su inocente cuerpo. « Mas el principal motivo ele sus peni– tencias era el deseo de trabajar por la conversión de los pecadores y pagar por su extremada ingratitud una deco– rosa mllllta al Redentor,,, Cf. Histoire de l'Ordre I, p. 434. 01 Cf. Histoire de l'Ordre I, p. 357 sig.
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