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APOSTOLADO 191 su ser, pensar y obrar, todo en clave de servicio espiritual. Esta era la meta a que aspiraba la Santa Madre, constantemente enseñada con el ejemplo y con el magisterio. Era evidente que no todas podían dedicarse habitual y directamente al apostolado de la enseñanza; pero debía existir un dinamismo permanente y común a todas, de suer– te que cada monasterio fuera « como una acade– mia de ciencia y de virtud para ayudar al próji– mo». E insistía en que el buen ejemplo es meclio eficacísimo para conseguirlo; y enseñaba que eran una aportación valiosísima los santos deseos y las frecuentes súplicas elevadas a Dios por las intenciones y necesidades de la Iglesia universal. Oir o hacer celebrar santas misas, preparar las personas para recibir los sacramentos; proveer a los fieles por medio de los sacerdotes de exhor– taciones morales e instrucciones catequísticas; fomentar conversaciones edificantes, invitar a la práctica de obras buenas, a participar a un curso de ejercicios espirituales, etc., etc. Estas y otras sugerencias fomentaban y desarrollaban el celo apostólico y eran al propio tiempo síntomas reve– ladores del fervor que caldeaba las primeras co– munidades!!'. Si las condiciones históricas y locales confina– ron las actividades de la Orden dentro ele las fron– teras ele Francia mientras vivió la Fundadora, no restaron amplitud y fervor a su celo, que luego se explayaría en horizontes más dilatados. Práctica– mente aquellas regiones desoladas por la herejía "' Cf. Histoire de l'Ordre I, p. 312.
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