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190 LAS COORDEC:AD.\S viado las religiosas hasta los últimos confines de la tierra para hacer partícipes a todos los hom– bres de su conocimiento y de su amor mediante la enseñanza de la doctrina evangélica y la prác– tica de la vida cristiana". Este era también el ángulo visual desde el cual miraba la extensión geográfica ele la Orden. En las posibles y deseadas fundaciones veía otros tantos centros de irradiación de la gloria de Dios y de conquista de las almas para su reino. Gozaba sobrem::mera cuando se le pedían y su gozo se des– bordaba, comunicándolo y publicándolo a la co– munidad. Leía en público las solicitudes que le llegaban de los Ordinarios de lugar y de los ma– gistrados de las ciudades para que las religiosas se entusiasmaran ante la « mies que blanqueaba » y se animaran a perfeccionarse y capacitarse para hacerse instrumentos idóneos de aquella providen– cial irradiación de gracia y de verdad, que el cie– lo les proporcionaba y los hombres solicitaban . La enseñanza y la instrucción de la juventud era el cauce normal por donde circulaba este ideal. Pero no era ni debía ser el único. Para una verdadera Hija de María no era ni debía de ser algo así como un empleo profesional enmarcado dentro de unos límites cronológicos y ejercido en determinadas horas y circunstancias. Se trataba más bien de una dedicación total y vital, que orientaba y vivificaba, informaba y transformaba 17 Cf. ibicl.. p. 221. l½ Cf. ibicl., p. 221; FRAKCISCO JULI.\ DE TOLOS,\, Vita ele/la Ve11erabile, parte II, cap. 8, f. 215-216; parte III, cap. 6, l 287v.

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