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12 l\L\RL\NIS:\10 177 de comer; allí rezaban el santo Rosario, cantaban el Magnificat y entonaban algún otro hinno. Dia– riamente cantaban al terminar la misa conventual el himno Ave maris Stella como grato y obligado recuerdo ele haberse visto inmunes de la peste que había asolado la ciudad"º. La Madre Gabriela de Boissieres, de la comu– nidad ele Aurillac, obsequiaba todos los días a la Virgen con un ejercicio particular en recuerdo ele las siete Alegrías; y a la hora de la muerte mereció ser asistida y favorecida de una manera extraordinaria por la divina Madre ' 17 • En la iglesia del monasterio de Béziers se es– tableció una asociación mariana gracias al celo y al entusiasmo ele la Madre Isabel ele Cruzy. La dirigían espiritualmente los Jesuitas, pero la di– rectora era una religiosa ele la comunidad, la cual presidía las juntas o asambleas y se encargaba de todo lo referente al adorno de la capilla y del altar. Las asociadas, entre seüoras y jóvenes de la ciudad, solían pasar del centenar. Las reuniones tenían lugar todos los domingos: se hacía la lectu– ra espiritual, una religiosa dictaba los puntos ele la meditación y un jesuita terminaba con una exhortación apropiada. A estas funciones asistía toda la comunidad. En determinadas circunstan– cias la asociadas visitaban las cárceles y los hos- '' Cf. Histoire de l'Ortre II, p. 427 sig. ·:e Cf. Histoi're de l'Orclre II, P. 235. Quien desee más noticias acerca de esta devoción particular puede consul– tar: A. WIL\IART, O.S.B., Auteurs spirituels et textes clévotos clu mayen cíge latin, Paris 1932, p. 327-329, 523-514; Emilio C\7\IPANA, Maria ne/ culto cattolico I, 2 ed., 1933, p. 336- 350.
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