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176 L.\S COORD[X.\D.\S te de devoción a la Reina de los cielos. Pero no será superfluo recordar someramente algunas que o bien con devociones personales o con prácticas que luego se convi;- 1 jeron en institución perma– nente irradiaron fuera de los muros conventuales la espiritualidad mariana. Así presentaremos una pequeüa galería ele modelos que nos revelen de alguna manera la floración mariana de los pri– meros tiempos trasmitida como sagrada heredad a las generaciones siguientes. María Roux fue ciertamente uno de estos mo– delos. Se distinguió siempre por su ternísima de– voción c1. María santísima; la honraba con el rezo diario ad Salterio mariano atribuido a san Bue– naventur . 1 ; al dar el reloj la hora nunca omitía el Ave María; los sábados y vigilias de las festi– vidades, aun en su vejez, maceraba su cuerpo virginal con los rigores de la disciplina"'. Asimismo la primera superiora de Béziers, Ma– dre Magdalena de Landrevie, adquirió gran re– nombre por las singulares manifestaciones de su celo y devoción mariana. Mas de una vez envió a capillas o santuarios dedicados a la Virgen, co– mo ex-votos, tantas velas cuantas eran las reli– giosas de su comunidad para que al consumarse ardiendo ante su imagen testimoniaran « el com– promiso de servir a su soberana Protectora » 3 '. En el monasterio de Saint Flour existía la costumbre de prepararse a las festividades maria– nas con novenas especiales. Las religiosas se reu– nían en la capilla dedicada a la Virgen después ::, Cf. Histoire de l'Ordre I, p. 513. '" Cf. Histoire de l'Ordre II, p. 468 sig.
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