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1'1ARIANIS:\!O 175 y a las vicisitudes de la introducción de este Ofi– cio en la legislación de la Orden 3 '. Aquí nos in– teresa hacer resaltar que la Santa Madre no solo deseaba con esta práctica mariana celebrar publi– Ctlmente las alabanzas de la gran Madre de Dios y reparar las injurias que le hacían los herejes con sus blasfemias'", sino también imitar ele algún modo a las comunidades claustrales que adopta– ban el oficio coral, y que había dejado cierta nos– talgia en su espíritu al abandonar el monasterio de las Fulienses de Tolosa a fines de 1603. Con ella ponía de manifiesto además el carácter ecle– sial de su espiritualidad, porque « rezar el Oficio Parvo de la Virgen significa asociarse a la plega– ria de la Iglesia, plegaria litúrgica y universal, hecha en nombre del único mediador, Jesu– cristo »" 3 • 4. - Los J\IODELOS No existe un termómetro que indique con pre– cisión matemática los grados más o menos eleva– dos del fervor mariano de las almas consagradas. Ni es nuestra intención escudriñar los secretos de las almas de las primeras generaciones de la Orden que se distinguieron por un grado eminen- peras. Cf. Regles de la sacristaine III/33, en Recueil, p. 76; Institut des Religieuses. p. 50. 31 Véase más arriba... 3 c Cf. Histoire de l'Ordre I, p. 304 sig. 33 José M. C\:SAL, C.F.M., Oficio Parvo de la Vírgen. Formas viejas y formas nuevas, en Ep/zemericles Mario– logicae 11 (1961). P. 525.

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