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136 LAS VIRTUDES Señor. En invierno y en verano empleaba la misma ropa. Nunca se la vio acercarse al calentador, a no ser para complacer a quie– nes, movidas de la caridad, no toleraban que fuera tan cruel consigo misma sobre este par– ticular. Se la vió servirse hasta de los insectos venenosos para mortificarse en la comida. En cierta ocasión encontró entre las hojas de la lechuga una oruga, que instintivamente la causó no pequeña nausea; mas ella prefirió vencerse y alegando que la superiora le había ordenado comer de todo cuanto le pusieran en la mesa, sin andar con remilgos se la tra– gó. Pero poco después comenzó a sentir los nada agradables efectos hasta que con gran– des convulsiones de estómago arrojó el ve– neno. Y cuando en son de broma le repro– chaban que no había sabido privarse de aquel bocado, contestaba muy formal: ¡ Ha sido por mi intemperancia, pues yo como ele todo! Sus austeridades habían reducido el or– ganismo a un estado permanente de enferme– dad; pero nunca consintió a servirse de par– ticularidades en la comida. Tan delgada y debilitada estaba que era el retrato mismo de la penitencia»"". En la comunidad de La Fleche a todas era no– torio que el mayor disgusto que podían dar a la Madre Elena Poudret era el querer aliviarla de sus molestias o moderar sus austeridades. Pocas religiosas había -y esta era la voz común- que la igualaran en la abstinencia y austeridad; sin "' Histoire de l'Ordre I, p. 329 sig.

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