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INTRODlJCCION 13 Españ~ y las religiosas podían vivir en contacto más inmediato con los ideales de S. Ignacio y de S. Teresa, que habían entusiasmado a la Funda– dora. A mediados del siglo XVIII, desde dos pun– tos diversos, las religiosas surcan los mares y se establecen en el Nuevo Mundo. Las francesas fundan una casa en Haití (Santo Domingo) en 1735 y unos veinte años más tarde las españolas en Méjico (1754) y sucesivamente en Argentina (1780) y Colombia (1783). Pasado el vendaval de la revolución, se co– menzó a principios del siglo XIX la restauración de los monasterios en Francia, se multiplicaron en España e Hispanoamérica y se introducen en Italia (1826) e Inglaterra (1893). Y el siglo pre– sente, que se inaugura con el feliz auspicio de la beatificación de la Fundadora (23 sept. 1900), conoce la mayor expansión geogrúfica de la Orden y su organización misionera entre infieles. El 15 de mayo de 1949 Juana de Lestonnac es elevada al honor de los altares. Hoy sus hijas forman un ejército pacífico de 3.600 almas consagradas, divididas en 130 residencias y propagadas en 15 naciones, mensajeras de su espiritualidad y testi– gos de la fecundidad de la simiente que hace más de tres siglos y medio ella arrojó en el surco de la Iglesia y de la sociedad. El valor, la eficacia y fecundidad de las Or– denes e Institutos religiosos dependen más de su fisonomía espiritual que de su estructura jurídi– ca. La primera, que fundamentalmente deriva de la espiritualidad del Fundador, es algo así como
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