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LA l\lORTIFICACIO;,; 123 la buena voluntad para lanzarse segura del éxito por los cauces de la vida consagrada jalonada de rigurosas penitencias. Nos referirnos a su expe– Diencia entre las Fulienses de Tolosa '. La natura– leza y la complexión femenina tienen sus límites, que solamente una voluntad generosa sostenida por una gracia especial dentro del marco de una vocación divina puede atraversar incólume. En el caso contrario, es decir, cuando faltan esa gracia y esa vocación, la razón y la prudencia aconsejan a no violentar aquellas fronteras y mantenerse en la esfera de los propios Hmites y de las posibilida– des ordinarias. Por otra parte, el panorama monástico feme– nino que podía contemplar en su derredor era francamente desconsolador. No se niega que exis– tieran en Franoia monasterios en los que las aus– teridades coDporales batieran el record y en los que floreciera la disciplina tradicional; si bien hay que añadk que no eran muchos a fines del siglo XVI. Pero esta misma tonalidad coloreada de as– pectos positivos era la que apartaba a muchas jóvenes de consagrarse al Señor en los claustros, porque comprendían o les hacían ver que su debilidad física era desproporcionada a semejan- 1 El ascetismo de la reforma cisterciense de los Fulien– ses llevada a cabo por Juan de la Barriere (t 1600) rayaba en el heroismo. Juana de Lestonnac fue admitida entre las Fulienses de Tolosa el 11 de junio de 1603, pero bien a pesar suyo después de seis meses hubo de desistir de su empresa. Las fuerzas físicas no resistieron y Dios se sir– vió de este aparente fracaso para encaminarla hacia la nueva fundación. Cf. DE SAINTE MARIE, Abrégé de la vie, p. 31 sigs.; Histoire de l'Ordre I, p. 33 sig.

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