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8 LA HUMILDAD 113 a nuestro soberano Bien. Es la que nos hace estimar a nuestros prój~mo para ejercitar con ellos la caridad. Es, en fin, la lección que nos ha dado Jesucristo, cuando dijo: Aprerrded de mi a ser hUJmildes '. Con la humi,ldad, hermanas mías, posee– reís todas las demás virtudes. Gozareis de la paz de vuestras conciencias y permanece– reis en paz unas con otras; no opondreis vues– tro juicio a las órdenes de la obediencia, ni dareis cabida en vuestros corazones a ningu– na afección contra el prójimo. Ahora bien, mis amadas hermanas, el me– dio más seguro para conseguir la humildad, y por la humildad llegar a poseer la caridad, consiste en encariñaros con la observancia de las reglas y aspirar al fin proprio de nuestro Instituto, haciendo converger en él todas las acciones. Esta es la gracia que pe– diré para todas a nuestro Señor, si, como espero, me concede misericoI'dia por su in– finita bondad » ". s Cf. Mt. 11, 29. " Cf. Histoire de l'Ordre I, ,P. 453. La muerte de esta insigne Madre fue verdaderamente preciosa a los ojos del Señor, como Jo había sido toda su vida. Murió con fama de santidad y las breves pinceladas que le dedica el Martirologio galicano publicado apenas 16 después, recor– dándola al lado de los santos de la Iglesia, hacen entre– ver que fue enriquecida con gracias místicas. Cf. An– dreas du SAUSSY, Martyrologii Gallicani pars posterior trimestris octobrem novembrem et decernbrem complec– tens. Lutetiae Parisiorum 1637, P. 1168.
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