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LAS VIRTUDES No es fádl tarea enmarcar en los estrechos límites de una breve síntesis el inmenso campo teologal y moral de las virtudes cristianas. Y la tarea se hace imposible cuando la síntesis no pre– tende ni siquiera abordar todos los elementos constitutivos e integrativos ele la espiritualidad. En esta caso es indispensable la selección. Pero no quisiéramos que el tríptico que pensamos ofrecer fuera meramente subjetivo y arbitrario. Y creemos sinceramente que no lo es. Ante todo, no podía faltar la humilidad ora por su índole propia de base y fundamento del edificio espiritual, ora por cieritas manifestaciones típicas facilmende individuadas en las biografías de la Fundadora y de sus primeras discípulas. En segundo lugar, la obediencia no solo es el impacto más notable de la filiación jesuítica de esta espiritualidad, sino que la Santa Madre rei– vindicaba el primado de su Compañía respecto a esta virtud con relación a las demás Ordenes re– ligiosas. Por último, con la mortificación nos asomamos al humanismo devoto tan propio de la espiritua-