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LA ESCRITORA MÍSTICA teligencia para conocer la voluntad divina, y tales las dificultades que entorpecían todo trabajo escriturario, que el lector queda perplejo, sin saber qué pensar; el lector, decimos, no acostumbrado a mirar las cosas con los ojos de la fe, pues éste conoce y vislumbra luego los misteriosos caminos por donde Dios se complace en llevar a sus escogidos. No pueden leerse con ojos enjutos y sin sentir un escalofrío que hiela la sangre ciertos pasajes y aun cier– tas cartas enteras en que describe con viveza sin igual i "los amargos tragos y atragantos" que esta ocupación le costaba. Algunas fní:ses suyas nos darán una pálida idea del martirio doloroso que era para ella el escribir; pero téngase entendido que estas frases pierden no poca fuerza separadas de su contexto literario. "Temo el escribir tanto como el infierno, corno no sea más. ¡Sólo Dios sabe lo que sufro! No pudo el Seüor castigar mejor mis pecados que mandándome escribir... ¡Dichosos escritos! ¡Cuánto me han martirizado y martirizarán!" (23-I-r9rr). "¡Me cuesta tanto escribir! Es tal y tan grande la vergüenza, el horror y la repug– nancia que tengo a esto por mil cosas que me ocurren, que no puedo resolverme a hacerlo... Me cuesta tanto toda ocupación material, máxime escribir se me hace muy triste y es un sacrificio muy grande para mí. Sin embar– go, quiero obedecer y obedeceré con la gracia de Dios" (25-IV-r9rr). "¿No le da pena mortificarme de esta ma– nera? Me costaría menos morir que escribir" (1-V-19rr). Escribir '' me cuesta mucho y cada vez aborrezco más el tintero y la pluma, la mesa y el escritorio, el papel y el deber impuesto por Dios de escribir y todos mis

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