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LA DIRECCIÓN .ESPIRITl;.\L 69 quistando plenamente su confianza. Sin embargo, el 8 de enero de rgrz, se atrevió a decirle, aunque velada– mente, que su trato de él, algún tanto frío y poco expan– sivo, era como un muro de división que se interponía en– tre los dos; que ella necesitaba que la tratase con cariño y confianza, "pues no quiere el Señor llevarme por otro camino que el del amor; al menos yo así lo creo por lo que he experimentado hasta el presente". Esta legí– tima advertencia de la Dirigida fué causa u ocasión de esta bella doctrina del Director: '' Con toda verdad digo y debo asegurar a mi hija espiritual que te amo mucho, muchísimo, en Dios y por Dios y con un amor todo divino, nada terreno; pues todo divino es el ori– gen de donde viene y emana tal amor, esto es: el mismo Dios. Y este divino amor es la verdadera causa y móvil verdadero de todo cuanto he hecho, hago y pienso hacer (cada vez más) por el bien de tu alma, a la cual quiero elevar al elevadísimo grado de santidad a que Dios la tiene destinada y al cual ciertamente llegará no tardando mucho. Pruebas de este amor te he dado no pocas, y aunque no soy meloso ni cariñoso a lo humano, con todo, las mejores pruebas del amor y cariño siempre han sido, son y serán las obras. Pero como tú apenas has tenido otro trato que con la Divi– nidad, con Dios, claro que al tratar con la humanidad, con la corteza del hombre, resulta que te fijas demasia– do en la parte exterior del árbol y no en el corazón y frutos producidos. Con todo, pide al Señor me dé en abundancia de aquella miel con que nuestra Purísima Madre dulcificó y enmeló al melifluo San Bernardo" (r2-I-r9r2).

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