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68 SOR MARÍA DE LOS ÁNGELES SORAZU usted como Padre; pero si no, permita usted estas par– vuleces al que con sus palabras hace usted gigante" (r). '' Sólo le digo que esta alma es de usted, y que no tiene otro movimiento bueno que el que usted le da. Me atrevo a decirlo, porque creo que usted lo conoce así. Espero su bendición de usted, puesto a sus pies, donde encuentro lo que ni aun conozco" (z). "Mi alma no tiene otro espíritu y movimiento que el que usted le da con sus leyes y expresiones" (3). Una última observación antes de terminar este pá– rrafo. Entre las buenas cualidades que deben adornar un Director de espíritu señálanse la amabilidad y la ter– nura de corazón, que captan la confianza plena de las almas dirigidas. No faltará quien la eche de menos en el P. Mariano, máxime en la correspondencia del primer año. ¡Ni una vez siquiera dejó caer de los puntos de su pluma el dulce nombre de hija hasta el 7 de abril de rqrr! Pero también el P. González -dechado en el cariño que profesaba a su dirigido- tardó más de un año en llamarle hijo. Tanto el Beato Diego (4) como Sor María de los Angeles (ro-IV-rgrr) sintieron como un peso que desahogaba su corazón al oír por vez pri– mera esta palabra, manifestando con entusiasmo su júbilo y gratitud. Repetidas veces dice la sierva de Dios que sólo el P. Mariano entre todos sus Directores logró insi– nuarse en su corazón desde el primer momento, con- (1) El Director perfecto, pág. 133. (2) Ibíd., pág. 138. (3) Ibid., pág. 165. (4) Cf. El Director perfecto, pág. 133.
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