BCCCAP00000000000000000000576

48 SOR :MARÍA DE LOS ANGELES SORAZU con sus sentimientos y aspiraciones y favores que reci– bía del Señor, al Confesor ordinario con quien me diri– gía... Ansiaba satisfacer esta necesidad, pero no podía por mi retraimiento, que era muy grande, y porque me daba vergüenza revelar las luces y favores que recibía en mi trato con Dios, pareciéndome que era un alma extravagante y rara" (1). Esta exigencia de su espíritu se hacía cada vez más persistente después que abando– nó el mundo. El 25 de septiembre de 1894 expuso, por vez primera en su vida, al Confesor de la Comunidad las luces que había recibido acerca de los designios de Dios sobre su dirección. El Confesor aceptó la propuesta que ella le hiciera, pero no cumplió su palabra. Sin embar– go, dado el rumbo que a partir de la citada fecha iba tomando su alma, la necesidad ele un Director de con– ciencia se le hacía más evidente y perentoria. El año HJOO comprendió todavía mejor que no podía salvar Jesús el abismo que de ella le separaba, porque falta– ba el puente que los uniera, es decir: el Director, la ac– ción del cual era indispensable para apreciar debidamen– te los dones y gracias de predilección con que el Cielo la adornara. La hora de Dios estaba para sonar. Faltó poco para que, al iniciarse en el mes de agosto de 1903 un nuevo estado de alma, se confiara a un Director que la enderezara por un camino más ordinario; y sólo el vano temor de no saberse expresar y el pleno convenci– miento de que apenas comenzara la dirección sería ele– gida Superiora de la Comunidad, le impidieron poner en práctica su deseo. Pero a fines del citado año Dios la (1) Autobiografía, pág. 34.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz