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32 SOR MARÍA DE LOS ANGELES SORAZU llas en que habla de orar las cartas. Juzgue por sí mismo el lector por los textos que, aun a trueque de parecer prolijos, a continuación copiamos: "Bien sabe Dios que sus cartas son no sólo ali– mento, si que también el sustento de mi alma y algo más que no digo, pues alguna cosa ya podré callar, ¿no es verdad?" (24-XI-r9ro). "Paréceme que el libro mejor para mí es su Epís– tola, en la que veo retratada de cuerpo entero mi alma mejor que en el libro de los Cantares" (5-IV-r9n). "Cada vez que leo sus apreciabilísimas (y para mí de inestimable valor) del 14 de marzo, r y 7 de abril, en las que me inculca tanto la abstracción de criaturas y cuyas cartas han producido efectos tan divinos en mi alma, me angustio y lloro y digo para mí: ¡Pobre Padre mío! ¡Vaya un fruto que ha sacado con los sacri– ficios que ha hecho y está haciendo por mi alma! ¿Y qué diré de su última, fecha rG? Casi [no] me atrevo a leerla, porque me parece que voy a cometer una espe– cie de sacrilegio si me atrevo a leer una carta tan espi– ritual y tan divina, estando tan disipada como estoy. La traigo conmigo" [es decir, en el seno] (25-IV-r9rr). "Muchas veces he deseado leer el libro de los Canta– res, pero no he podido hacerlo por no poder leer otro libro que sus cartas" (r3-V-r9rr). "Sus cartas me consuelan mucho, aunque no tengo tiempo de leerlas más que una vez. ¡Mire si estoy mor– tificada!" (3-II-1913). "En mi poder sus cartas, que agradecí mucho y me consolaron, sobre todo la última, que quería comer a besos por hablarme en ella o hacerme mención de la
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