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30 SOR MARÍA DE LOS ÁNGELES SORAZU puesta su cátedra arriba, muy arriba, en Dios; y allí arriba, muy arriba y recostada conmigo sobre el amo– roso pecho de Jesús, recibirás las lecciones divinas que este Divino Maestro te comunicará por mi ministerio." Verdaderamente, en muchos casos el lector se verá como obligado a exclamar: ¡Era la mano de la divina Pro– videncia quien guiaba su pluma! Así como a la Dirigida le bastaba consignar por escrito, con intención de mandar oportunamente la carta a su Director, las tribulaciones, dudas y favores para adquirir la paz, desechar la tribulación y descan– sar en Dios, de la misma manera cuando el Director tomaba alguna decisión surtía efecto aun antes de que la carta llegara a su destinataria. Sor María de los An– gales dejó escrito que sin duda su Director debía de haber cursado la misma escuela que el P. Francisco Ja– vier González (29-X-19ro), y creemos que tenía razon, como tampoco creemos engañarnos si decimos que ella cursó, y salió muy aventajada, en la escuela del B. Die– go José de Cádiz. Cuando hablemos de la dirección, ten– dremos oportunidad de insistir sobre el particular; por ahora baste recordar estos dos textos. Decía el B. Diego a su Director, el 16 de julio de 1779: "Sí, Padre mío de mi alma, sucede muchas veces que cuando llega su carta o mandato de usted, ya ha días que mi corazón se siente deseoso o inclinado a lo que en ella me escribe; de que he inferido que cuando usted allá lo piensa o lo quiere, resulta por acá aquello mismo'' (1). Y el 31 de julio de 1920 escribía Sor María de los Angeles al (1) El Director perfecto, pág. 296.

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