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CORRESPONDENCIA EPISTOLAR 27 nidad. En aquéllas se percibe la pobre criatura que para remontar su vuelo forcejea y lucha, cae y se levanta. Son reverberos de luz divina; son reflejos de vida hu– mana. Es la acción admirable de la gracia; es el labo– río tenaz y constante de la naturaleza viciada por el pecado. No cabe la menor duda de que la lectura de estas cartas llevará la paz y el consuelo y la luz a más de un alma atribulada. La sierva de Dios se resignaba a "re– petir por escrito alguna cosa, si es verdad que quiere mi Dios valerse de mis insulsas y mal escritas cartas o cuentas de conciencia para consolar alguna alma en los últimos tiempos, ct1ando el vulgo devoto se haya cansado de leer libros escritos en idioma clásico y de oir hablar a los santos y elocuentes místicos del si– glo xx. No le extrañe lo que he dicho, pues estoy can– sada de ver la esterilidad a que Dios, Sabiduría infi– nita, condena lenguas elocuentes y escritos que pare– cen llamados a ocupar el primer lugar en las almas ávidas de justicia y santidad, mientras bendice lo que el mundo llama necedades, y por su medio transmite a las almas su luz y calor, vida y felicidad divinas" (17- I-1921). Por cierto que no todos estarán conformes con la oposición señalada por la autora entre '' sus cartas insulsas y mal escritas'' con los '' santos y elocuentes místicos del siglo xx''. Aun cuando no conociéramos ya la excelente producción literaria de Sor María de los Angeles, sobraría su correspondencia espiritual para asegurarle un puesto de honor entre los mejores tra– tadistas de cuestiones místicas de nuestros tiempos. No es de todos los días el placer de asistir casi expe-

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