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CORRESPONDENCIA EPISTOLAR 2I viarse de su camino, de perdón y tranquilidad para engolfarse y perderse en Dios. ¿Qué no hubiera dado ella por acortar, o mejor dicho, suprimir las distancias que de su Director la separaban? "¿Qué no daría mi alma -exclamaba– por hablar con V. R. por espacio de dos o tres horas, y aun por quince minutos? Mil mundos, si los tuviera y fuesen míos, y me parecería poco. ¡Si viera, Padre mío, qué violento es para mí no poder hablar con V. R. siquiera una vez al día!" (r-IX-r9r3). "Harto penoso es para mí no poder comunicar verbalmente" (25-VI- 1920). "Encuentro suma dificultad en dar cuenta de conciencia por escrito, y me causa mucha pena" (r6-I– r920). Era tanta la repugnancia que le causaba el es– cribir, que ello constituía su pena mayor. Y más de una vez sólo el deseo y el deber de complacer a su Di– rector eran capaces ele arrancarla a los ocios ele la con– templación para tomar la pluma en la mano. Debemos estar infinitamente reconocidos a su Director, que, no obstante las clifilcultades y contrariedades, la urgía una y otra vez a darle cuenta de conciencia por escrito. Si hubiera sido menos enérgico, no tendríamos el placer de saborear y aprovecharnos de las bellezas de esta hermosa correspondencia, y acaso la sierva de Dios no hubiera acumulado tantos grados de gracia y tan– tos tesoros de gloria. Cuando hablemos de los escritos de Sor María de los Angeles comprenderá mejor el lector las acerbas penas que devoró su alma por causa de la pluma y cuánta verdad contienen estas frases suyas: ''Nada me aflige y apura tanto como hablar o escribir alguna cosa re-
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