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SEMBLANZA I8I puedo, los agravios que han inferido e infieren a mi Dios... " (7-IX-1910). Creemos que el lector dispensará lo largo de la cita por el placer que su contenido le ha ocasionado. Sería preciso transcribir otros muchos párrafos de igual o ma– yor fuerza que el que se acaba de leer. La salvación de las almas era como una parte in– tegrante de su vocación. Era un amor inmenso que la devoraba y se extendía indistintamente a todas las almas; pero a semejanza de Aquel que vino en busca de los enfermos y de la oveja perdida, sentía una atrac– ción singular por los pecadores. "Hay en mi alma un espíritu que tiende a cebarse o no sé qué en todas las almas manchadas con pecados para santificarlas, y parece que quiere absorber todos los pecados del mundo p~ra reducirlos a cenizas; así que me abraso en amor de los pecadores y siento una inclinación muy grande hacia ellos" (zo-VI-rgrr). Y ¿qué no hubiera dado y qué no hubiera hecho por la conversión de todos y cada uno de ellos? "Tenía un corazón de madre y de hermana para con los pecadores ... Sentía un amor grande a los pecadores... Quisiera ir a buscarlos dondequiera que estuviesen, hasta en las tabernas, para convertirlos y elevarlos a la divina unión, para que fueran felices como yo" (r). Mas no solo por los pecadores, sino que sentía tam– bién gran '' aprecio y veneración por las almas afligidas y despreciadas del mundo, especialmente hacia los en– carcelados, pensando que entre éstos tal vez había (1) Autobiografía, pág. 113.

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