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SEMBLANZA 169 sus perfecciones" (25-VIII-r920). Fué blanco lirio, can– didísima azucena nunca mancillada por el vaho de la más mínima culpa que enturbiara hí'tersura de su alma. "La divina Providencia ligó mi sensualidad hasta el punto de no sentir su influencia" (r). "Ignoraba en absoluto hasta las tentaciones en esa materia" (12-II-19rr), y experi– menta una ineptitud e incapacidad grande para conocer los pecados contra esta delicada virtud. Y cuando Dios Nuestro Señor, en sus inescrutables juicios, le manifes– taba los pecados de otras almas, "la noticia y el cono– cimiento y el recuerdo de los mismos produce en mi alma el mismísimo efecto que la luz del día: los oigo y miro y veo como quien ve la luz que le alumbra sin fijarse en ella y me quedo tan ignorante como estaba" (4- XI-19rr). A fin de que el espíritu inmundo nunca jamás pudiera turbar su memoria con el recuerdo de cuanto en relación a otras almas entendía, solicitaba de su Di– rector una especialísima bendición, '' aparte de que --añadía- no puede mi memoria retener nada malo en esa materia, ni mi entendimiento comprender, ni mi vo– luntad querer, ni mi cuerpo ha tenido hasta ahora facilidad para ningún pecado contra la santa pureza, por haber sido grande, muy grande, la misericordia de Dios con mi alma pecadora". Por lo demás, si alguna vez tuviera la desgracia de faltar en esta materia, '' se– guramente que yo misma, sin esperar a que otro lo hiciera, me arrojaría en el infierno. ¡Tan grande es el horror que tengo a tales pecados!" (r -VII-r 9rr). (1) Autobiografía, púg. 20.

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