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SEMBLANZA 167 veces el Señor me había dicho desde los primeros años de mi vida: No trates de vivir en la religión como una de tantas religiosas, contenta con la observancia común y en un estado de gracia ordinaria, porque no perseve– rarás en él, pues estás destinada a ser una gran santa, y si no lo eres serás la criatura más perversa. Entrarás en el cielo en compañía de muchas almas que Yo tengo destinadas a salvar por tu medio, o no te salvarás, porque para ti no hay término medio" (21-VII-1910). Casi con idénticas palabras se expresaba hacia el fin de su vida: "Estoy persuadida que para mí no hay tér– mino medio: o muy arriba o muy abajo" (8-I-1921). "No concibo que haya para mí término medio, sino que seré santa o me condenaré" (ro-I-1921). Entre los más señalados y singulares beneficios que de Dios Nuestro Señor había recibido '' era un no poder pertenecer a Dios a medias, sino que necesariamente tengo que ser toda de Dios o nada de Dios; pues entre– garme a Dios con reservas y quedarme sola sin perte– necer a Dios, ni al mundo, ni a mí propia, padeciendo indecibles penas en mi completa soledad, es todo uno. Y toda mi vida he experimentado esto mismo. Merced a cuyo favor siento la feliz necesidad de entregarme a Dios sin reservas y de abstraerme de todo lo que no es Él, siquiera para evitar las amargas torturas que experi– menta el alma en su completo alejamiento de Dios y privación de todo consuelo divino y humano" (r). Ama~se. El ápice de la perfección cris– tiana consiste en la entrega total y definitiva al servicio (1) Autobiografia, pág. 200.

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