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160 SOR MARÍA DE LOS ÁNGELES SORAZU entendía no ser otra que la ausencia del sol, vida y hermosura de las plantas. Como había padecido tanto en materia de desamparos y privaciones divinas en mi vida religiosa y continuaba padeciendo, me lasti– maba ver a mis margaritas mustias y marchitas, y me ponía a razonar con ellas como si quisiera alentarlas y desahogar mi pena contándoles mis amores y ansias de poseer a mi Dios. ''¿Qué os pasa, queridas mías -les decía-, que tan tristes os encuentro? ¿Quién robó vues– tra hermosura y lozanía?'' '' Se alejó nuestra vida -pare– cí ame que contestaban--, ocultóse a nuestra mirada y quedamos como nos ves." Dedales: "¡Pobrecitas! Con razón lamentáis vuestra soledad; pero animáos porque pronto volvert'.·is a verlo. Si esperase yo mañana la visita de mi Sol divino, mi vida, mi hermosura, mi folicidad, rebosaría vida y entusiasmo. J\Ias no soy tan afortu– nada que merezca su aparición diaria lél1 el firmamento de mi alma. Hace veinte, cuarenta, ses<~nta y más horas que le recibí en mi pecho la última vez, y no espero re– cibirk hasta que pasen muchas rnús. ¡Cuánto me cuesta su ausencia! ¡Qué largos me parecen los días que no comulgo, las noches y los días que separan el jueves del domingo y éste del jueves! ¿Por qué no me haría yo, Señor, margarita para que gozara la presencia del Ser que constituye mi vida, y sustraerme al vacío in– m('nso que experimento en su ausencia y tanto me las– tima? Consolaos conmigo, hl~rmanitas mías, porque sois mús afortunadas que yo; dad gracias al Creador porque os sustrae a mi pena, haciendo nacer al sol sobre vos– otras todos los días. Si supiérais lo triste que es vivir ausente de la vida, del sumo bien ardorosamente amado,
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