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SEMBLANZA 1 49 Una connovicia de la sierva de Dios -- a quien pro– fesaba particular afecto-- dejó escrito: '' Como en su mente tenía tantas cosas divinas, ella las deseaba co– municar para provecho de las almas; deseaba mucho saber dibujo para ponerlo en figuras, pero como no sabía dibujar, se lo pidió a Nuestro Señor, y como fué persc– vt,rante esperando de su Dios querido, se lo concedió a los dos años, como ella nos elijo y como lo V(cmos nosotras en varios cuadros que nos dejó dibujados, que son muy divinas las explicaciones.'' Recordemos tambi(~n aquí la facilidad con que escri– bía poesías y componía piezas de música. Ni unas ni otras brillan por su perfección, pero todas revelan un alma enamorada de la belleza. El retraimiento, la timidez y condescen- VOLUNTAD l · el , t 1 el 1· el t ( cncra e su cante cr; a e rea cza y er- nura de su corazón no sin·ieron ele obstáculo a la ener– gía, tesón y constancia de su voluntad. Pasemos por alto la dosis no común de voluntad que supone el laborío de la propia santificación ---y sabemos las dolorosas etapas que recorrió nuestra heroína-, la perseverancia y el equilibrio con que supo introducir la observancia regu– lar y el fervor rdigioso en el monasterio, y la calma sere– na, jamás turlmda por la calumnia, la mentira y la per– secución. Aquella alma timida incapaz de contradecir a nadie, aquel corazón de madre que temblaba ante la pers– pectiva ele imponer un castigo, aquella inclinación innata e irresistible a complacer a todos, etc., no la hacían tran– sigir ni retroceder ante el deber de su estado, ni la arre– draban cuando se trataba de la perfrccit'ln de su propia
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