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SE~fBLANZA 143 de sus sentimientos y afectos; pero era imposible contener el ímpetu por mucho tiempo. '' Al despedirme no derra– mé ni una sola lágrima; pero después lloré la ausencia de mis hermanas de Jesús-María muchas veces, por espacio de dos o tres semanas... Era la naturaleza quepa– gaba el tributo debido a la amistad" (r). Fué muy característico en esta alma toda de Dios el afecto a la familia, que amaba con delirio. Ella era para sus padres y hermanos el centro de atracción; éstos eran para ella su alivio y su consuelo, "los úni– cos capaces de llenar mi corazón fuera de Dios" (z).I Y su ausencia de ellos le costó algunas lágrimas los primeros días de permanencia en el monasterio. Tanto que -según testifica una de sus hermanas de hábito– casi todos los días se asomaba a las ventanas que daban a los tejados del convento para hacerse la ilusión de que iba a esperar a su padre. El Señor, por su parte, premió este intenso afecto natural a su familia conce– diéndole luces muy particulares en el período de las enfermedades de algún miembro de ella o de su paso a las mansiones de la gloria. "No podía admitir nin– gún alivio ni consuelo cuando veía enfermo a mi padre t o a mi madre" (3). Y al recibir la noticia de la grave enfermedad de su padre, con sencillez infantil se dirigió a Dios Nuestro Señor y le manifestó su extrañeza porque estando su padre grave no se lo había significado (4). Tanto agradó a Dios esta queja amorosa, que le (1) Cf. Autobiografía, pág. 145. (2) Ibíd., pág. 45. (3) Ibíd., pág. 161. (4) Ibid., pág. 167.
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