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SEMBLANZA y si la miro por otro lado, la veo gozar y tan favore-· cida de Dios, que parece una santa, mejor dicho, un alma bienaventurada. Y todo en un mismo tiempo. ¿Qué será esto? ¿Si tendré yo dos almas?" (25-IV-1912). * * * A pesar de las dificultades que hayamos de en– contrar, con respeto y veneración penetremos ya en el santuario de esta alma para recoger siquiera algunas facetas que nos descubran o al menos nos hagan vislum– brar su desacostumbrada belleza espiritual y la exube– rancia de sus dones naturales. Desdoblemos primera– mente los pliegues recónditos del Cuando se dice corazón todos entienden lo CORAZON t l b . ºfi que es a pa a ra s1gm 1ca, aunque muy pocos saben explicarlo. El de Sor María de los Angeles fué ante todo un trasunto de las enseñanzas del Divino Salvador: / "Aprendedde Mí, que soy manso y humilde" (iVlatth., XI, 29). La ternura y la delicadeza sobresalen entre todas sus bellas cualidades. "No tengo corazón para ver sufrir a nadie, aunque sea por culpa suya. Me costaría menos servir de suela de las alpargatas que calzan las religiosas J que solo viven para odiarme, que verlas humilladas y f sufriendo por mí... Soy madre y Dios me ha dado un corazón de madre para coo todas mis religiosas, aun las más rebeldes" (25-IV-r9u). "Castigarlas no puedo, no tengo corazón" (2r-VI-r9u). "Ya sabe V. R. que soy la misma delicadeza en cuanto a no querer servir de estorbo ni mortificar a nadie... ¡Si viera, Padre mío,

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