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SEMBLANZA 135 religiosas, que no moriría de aquella enfermedad. No podía dudar del oráculo del Cielo" (I). Y efectivamente, no sólo en aquella ocasión, sino también otras muchas veces, el divino Médico de las almas intervino a favor de su cuerpo, y ora la aliviaba en sus dolencias físicas, ora la dejaba sufrir y padecer (17-XI-1910). "Ya muchas veces me ha quitado repen– tinamente mis dolencias y después me ha cargado otra vez con ellas, cuando no con otras mayores" (8-I-r9rr). Las cuales no podían ser reprimidas y aisladas por espe– cíficos de la ciencia, porque sus causas estaban muy por encima del dominio de la misma. Pertenecían a la cate– goría de las que sufría quien gritaba Fitlcite me floribus, quia amare languco (Cant. II, 5). "Me parece que es inútil buscar un restablecimiento completo en un organismo en mis circunstancias, pues la causa principal de mis trastornos entiendo es que el alma hace poco caso del cuerpo, se marcha a donde le va bien y le importa poco la suerte que le espera al organismo. Esto lo he conocido siempre, y que en mí es imposible tener salud mientras tenga memoria de que hay Dios, pues aun en los períodos de mayor relajación mi alma vive donde ama y es su centro, y no hace caso del cuerpo" (rr-VIII-1920). "Mi vida, más que vida, es agonía. Así lo entienden las religiosas y estoy convencida de ello. Pero lo que ignoran ellas y servidora sabe es que mi padecimiento, más que debilidad natural, es una especie de aniquilamiento de la naturaleza que me produjo el gemido casi continuo en que viví desde el 18 de junio (1) Autobiografía, pág. 313.
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