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134 SOR MARÍA DE LOS ÁNGELES SORAZU era muy parca y comedida en sus palabras, todos que– daban contentos y edificados" (r). Sin duda, la sobrenaturalidad que la animaba en todos sus actos se traslucía al exterior, y eran no sólo sus bellas cualidades humanas las que captaban la simpatía y la admiración, sino que entraba por mucho la atmósfera sobrenatural que la envolvía, colocándola en un plano superior de atracción. Su constitución física no era ni mucho menos de fibra robusta, antes bien, endeble y enfermiza. Acaso prematuramente la debilitaron las penitencias a que se sometía (25-IV-r9r2). Ciertamente, las enfermedades continuas y habituales --efecto de su intensa vida es– piritual- son un fenómeno sorprendente y extraño. Eran avisos del Cielo que le recordaban la verdadera patria. "Aprendí que mi vida espiritual se consumaría en breve, mejor dicho, que se deslizaría con rapidez asombrosa, por lo que me persuadí que moriría pronto... Debido a esta manifestación me consideraba peregrina en el mundo y permanecía casi siempre de rodillas o en pie, como quien espera de un momento a otro el lla– mamiento definitivo de Nuestro Sef10r" (2). Sin em– bargo, estaba persuadida de que viviría lo suficiente para cumplir los designios de Dios. Tanto es así, que en octubre ele 1906, en una crisis gravísima y doloro– sísima, sólo por obedecer al médico, a las religiosas y a su Director espiritual, recibió el Santo Viático, pu0s "Dios Nuestro Señor y nuestra Madre Purísima... me aseguraron contra el criterio del médico, Director y (1) Autobiografía, pág. 50. (2) Ibíd., pág. 31.

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