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II6 SOR MARÍA DE LOS ANGELES SORAZU cuatro líneas las únicas que escribió. Los desagrada– bles sucesos ele aquellos últimos meses ele r9r3, entre otros males inevitables, fueron tal vez causa u ocasión ele que hoy no 1)()clamos leer una obra que, a juzgar por las ideas dispersas en la correspondencia del último período, debía exponer los incomprensibles misterios de la vida íntima ele la Trinidad Augusta. El P. Maria– no, en su última carta, fecha 24 de octubre de 1913, le aconseja que, apenas su alma de ella se encontrara en condiciones favorables para hacerlo, debía emprender este trabajo. Sucedieron después los años de la dolorosa crisis en que estuvo privada de su "Padre verdad". Ya diji– mos cómo el P. Alfonso le impuso precepto de escribir la Vida divina el 21 de noviembre de 1918, y cómo ella redactó entonces las cuatro meditaciones de que antes hicimos mcnóón. Al reanudar el segundo período de dirección, la sierva de Dios escribía al P. Mariano: "El cuaderno sobre la vida divina del Verbo en el seno del Padre está sepultado en el cajón de la mesa y con él el primero que trata ele Dios". ¿Se refiere por ventura a las meditacio– nes sobre la vida de Jesús, o al primer libro de la Vida divina, escrito por segunda vez en 1907? Y la idea de escribir la vida divina del Verbo en el seno del Padre no la abandonará hasta la muerte. Cual– quiera gracia que recibía dejaba "un eco, como una voz que repercute y dice ·siempre lo mismo, esto es, que se me concede la gracia para gloria del Verbo Encarnado, cuya vida tengo que escribir" (16-I-1920). El 16 de julio de 1921. apenas un mes antes de su
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