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4. CONCLUSIÓN El cristiano recibe la fe en la Iglesia y por mediación de la Iglesia. La parroquia nació para acercar las mediaciones de la Iglesia a todos sus miembros. En ella se vive la comunión de fe, de culto y de misión con toda la Iglesia. Es el lugar privilegiado donde se realiza la comu– nidad cristiana. En ella están presentes todas las mediaciones ecle– siales de la Iglesia de Cristo: la Palabra de Dios, la Eucaristía y los sacramentos, la comunión en la caridad y la misión. A pesar de las dificultades que a veces se presentan hoy, es necesa– rio que la comunidad parroquial asuma con responsabilidad la tarea eclesial de la renovación y revitalización de sí misma, creando espa– cios de acogida, evangelización, celebración festiva y comunión. Es conveniente, donde sea posible, la colaboración de la parroquia con otras parroquias vecinas. Las parroquias que tenemos encomendadas deben crecer espiritual y pastoralmente para ser, como les corresponde, puntos de referen– cia privilegiados para los que se acercan a la Iglesia y quieren vivir como cristianos. La parroquia franciscana no está hecha, sino que se va construyendo y reinventando con las personas que están en cada momento y con el Evangelio de Jesús, que es su proyecto. Cada parroquia puede re– visar su situación actual y ver con más claridad hacia dónde puede y debe dirigir hoy sus esfuerzos de renovación. Se trata de ofrecer ahondar en nuestra experiencia espiritual y ofre– cer nuevos itinerarios a quienes buscan respuestas a sus inquietu– des religiosas. No podemos ofrecer lo que no tenemos ni podemos dar testimonio de lo que no vivimos. No sirve de nada embellecer un árbol cuando las raíces están secas. Se espera mucho de las parroquias, y más, si cabe, de las parroquias franciscanas. Además de ser lugares de la pastoral ordinaria, asu– men el compromiso de ser verdaderos centros de irradiación y de IDEARIO DE LA PARROQUIA CAPUCHINA 21

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