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XI. CÓMO VINO A PADUA Y CÓMO PREDICÓ ALLÍ l. Puesto que es largo narrar cuántas provincias recorrió, cuán– tas partes de la tierra llenó con la semilla de la palabra de Dios, venimos ahora a los hechos que se presentan como más necesarios y ofrecen las pruebas más evidentes de sus virtudes. 2. En tiempo del capítulo general, en el que los restos del biena– venturado padre Francisco fueron trasladados al lugar donde reposan con la debida veneración, libre del gobierno de los hermanos, el siervo de Dios, Antonio, recibió del ministro general la libertad general para dedicarse a la predicación. 3. Sin embargo, como en otra ocasión, es decir, cuando com– ponía los sermones para los domingos del año , había puesto su residencia en la ciudad de Padua y, experimentando la fe sincera de sus habitantes, estaba unido a ellos con un cierto vínculo de afecto, decidió visitarlos, atraído por su admirable devoción , en aquel primer período de su libertad. 4. Cuando , por voluntad divina, llegó a la ciudad de Padua, in– tercalada la predicación, aplicó su corazón a los estudios du– rante todo el invierno y, a petición del obispo de Ostia, se entregó a escribir sermones para las fiestas de los santos en el curso del año. 57

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